Toda persona en caso de persecución tiene derecho
a buscar asilo y disfrutar de él en cualquier país (punto 14 de la declaración de
los derechos humanos).
Los fallecimientos en el Mare Nostrum, mar de
diversidad cultural, de vida, de alegría, de libertad, llegando a esas bellas
playas donde a pocos metros los turistas pasan sus días de ocio y disfrute, la
colocación de alambradas, muros gigantes, el despliegue de vergonzosos
ejércitos y policías para reprimir a quienes huyen de las guerras genocidas,
nos produce indignación, hastío y decepción; son crímenes, y de alguna manera
somos culpables cada uno de nosotros.
La tragedia nos golpea cada día con imágenes que
reflejan el naufragio moral de Europa, incapaces de articular una respuesta
humanitaria y solidaría; es el drama más importante a que se enfrenta el
continente.
El viejo continente, crispado por la llegada de
refugiados de países en conflictos bélicos, no puede reaccionar solo cuando la
tragedia puebla de cadáveres nuestras playas, o ante la espeluznante asfixia de
personas a bordo de un camión.
Ahora que el problema ha llegado a la Europa rica y
próspera, que miraba con altanería y distancia a la Europa del sur,
contemplando esta tragedia durante
décadas sin asumir este drama como propio, ese espacio de paz y prosperidad
debe aprovechar esta oportunidad para hacerse más fuerte y no sembrar dudas
entre la ciudadanía a la par que dar alas a los xenófobos que quieren menos
Europa, más fronteras y menos extranjeros.
El fin de este drama seria abrir las fronteras, pero
la solución a este problema pasaría por dejar de saquear a sus países y atajar
el problema de las guerras. El éxodo actual no se resuelve con solidaridad bien
intencionada, solidaridad civil canalizada a través de fundaciones y ONG
tradicionales.
Europa debe actuar como un solo conjunto, aprobar
fondos extraordinarios y medidas de urgencias: Policías y guarda costas
rescatando inmigrantes en peligro, levantar campamentos de refugiados en los
países de primera acogida, organizar reunificaciones familiares y tramitar
solicitudes de asilo; los consulados, propiciar salvoconductos necesarios para
no arriesgar sus vidas en manos de mafias criminales; la diplomacia movilizarse
presionando a Rusia a que forzase al régimen de Asad a detener la guerra y
abrir negociaciones de paz.
Lo lamentable ha sido que la imagen del niño sirio muerto
en la playa, sea el motivo para que se catalice un cambio político en Bruselas
y se pongan los países miembros a actuar. Tenemos el deber jurídico y humano de
atender a refugiados que huyen de países
en guerra o que están sometidos a regímenes violentos.
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