Algo que un familiar cercano me ha enseñado es la absoluta desconfianza que existe respecto a las personas que se dedican a la política, ya no a un nivel estatal (eso es algo más que comprensible) sino al nivel correspondiente a su propio pueblo, es decir al nivel de la política Corellana. En algunos casos este hecho es entendible no porque no se haya confiado, sino porque se traiciona esa confianza de un modo u otro.
Entonces ocurre algo paradójico, hay
tanta desconfianza que dejamos de confiar, de creer en cualquier otra forma de
hacer política que nos pueda devolver la esperanza y la ilusión. Y por tanto se vuelve a delegar
la voluntad política (es a lo que llamamos voto) en la persona que ya ha
traicionado nuestra confianza, de modo que “cómo ya le conocemos” sabemos que
lo va a hacer mal, pero como lo sabemos, preferimos eso a alguien nuevo que de diferentes
enfoques, alternativas, nuevas perspectivas al fin y al cabo, pues este último
nos puede decepcionar de nuevo y lo que es peor requiere de nuestra confianza,
algo que ya no tenemos (a veces por desgracia ni en nosotros mismos).
De esta manera la herida se hace más
honda aunque no nos lo parezca, dado que siempre hay un atisbo de esperanza de
que quien lo ha hecho mal lo vuelva a hacer un poco mejor. Ya que sino ¿Por qué
votamos? Realmente votamos porque seguimos engañándonos creyendo que alguien
que se ha aprovechado de nuestra confianza, por lo menos no se aproveche tanto
la próxima vez. De esa forma la contradicción y la confusión es absoluta, pues queremos creer pero no podemos, y solo
creemos en quien ya no se puede creer.
Por eso hoy en día, si alguien
pintaría en la pared de su casa “soy pesimista”, todos los demás no tardarían
en pintar al lado y en pequeño, “tranquilo yo también”.
Entonces si no creemos en el cambio y
en que todo puede ir a mejor, en que hay esperanza y sobre todo un largo camino
por recorrer ¿Por qué nos quejamos?, si no hay nada que hacer, ¿por qué malgastar
palabras y energía donde nada puede cambiar?
Pero esa es la cuestión, todos sabemos, ¡todos!, que las
cosas pueden cambiar en Corella, que lo que ahora está mal mañana podría
mejorar, que lo que no nos gusta mañana podría transformarse. En el fondo
sabemos que todo puede cambiar, puede ser diferente, podemos elegir y ¿qué es
lo que hacemos? DECIDIMOS NO DECIDIR, y eso es una decisión, nos guste o no.
De esta manera nos traicionamos a
nosotros mismos, a nuestras propias quejas y críticas ¿Por qué te quejas si no
estás dispuesto a mover un dedo por aquello de lo que te estás quejando?
Sinceramente no lo sé. Ahora bien cada uno es libre de elegir y por ello de
elegir cambiar su actitud ante la realidad que acontece hoy día. Decidir no
decidir es totalmente respetable, es por eso que somos libres hasta de
obedecer.
Me gustaría acabar diciendo dos cosas:
La primera va referida a los que se
quejan pero deciden no decidir, es decir no actúan al respecto de sus propias
quejas o críticas. Por favor está bien que lo hagáis, pero no tanto, revolverse
en lo negativo no es de ayuda para crear algo positivo.
A los que se quejan y actúan en
consecuencia, gracias porque es en vosotros en los que esta esa esperanza
perdida, seáis de un lado o de otro me da igual, confiéis en los partidos o
pertenezcáis a una asociación o colectivo o simplemente actuéis a nivel
individual en lo que os parece adecuado, me da lo mismo. Gracias porque
abrís la puerta a un nuevo camino que
aun esta por recorrer.
Así pues concluyo diciendo que, sí,
las cosas pueden cambiar, otra cosa es que se quiera.
Un abrazo muy fuerte, gracias por
aguantar la chapa y sobre todo por darme la oportunidad de expresar mi voz.
Ptd. Si alguien se ha sentido
ofendido, no era mi intención, pero digo yo que será por algo jajaja. Un abrazo muy fuerte y gracias.
SERGIO VALLEJO, integrante de AMI-CDE
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